domingo, 14 de diciembre de 2008

TEMA 8. EL SIGLO XVIII: LOS PRIMEROS BORBONES

TEMA 8. El Siglo XVIII: los primeros Borbones.

1. La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht.

Guerra de Sucesión (1701-1713)Carlos II, que había muerto sin descendencia, nombró sucesor a Felipe de Anjou , nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV, quien fue coronado con el título de Felipe V. Acababa así la dinastía de los Habsburgo y llegaba al trono español la dinastía de los Borbones.Muy pronto, sin embargo, se formó un bando dentro y fuera de España que no aceptaba al nuevo rey y apoyaba al pretendiente el Archiduque Carlos de Habsburgo. La guerra civil y europea estalló.
El conflicto tenía una doble perspectiva:El ascenso al trono español de Felipe V representaba la hegemonía francesa y la temida unión de España y Francia bajo un mismo monarca. Este peligro llevó a Inglaterra y Holanda a apoyar al candidato austriaco, que, por supuesto, era sustentado por los Habsburgo de Viena. Las diversas potencias europeas se posicionaron ante el conflicto sucesorio español.
Por otro lado, Felipe V representaba el modelo centralista francés, apoyado en la Corona de Castilla, mientras que Carlos de Habsburgo personificaba el modelo foralista, apoyado en la Corona de Aragón y, especialmente, en Cataluña.

El objetivo último del rey Carlos II era evitar una nueva guerra a España y hacer todo lo posible para mantener íntegra la herencia de sus antepasados. Los Habsburgo no reconocieron el testamento de Carlos II, y desencadenaron las hostilidades contra Francia en Italia, ninguna nación les apoyó en sus pretensiones inicialmente. Sólo cuando Holanda, Inglaterra y Portugal empezaron a percibir la intención de Luis XIV de gobernar los territorios de su nieto como si fueran su patrimonio, comprendieron el peligro de la unidad franco-española, que expulsaría a holandeses y británicos de América donde sus intereses eran muy fuertes y encima se sustituyó las guarniciones españolas de los Países Bajos por las francesas.
En septiembre de 1701 se firmó en La Haya la Gran Alianza, que agrupaba a Holanda, Inglaterra, los Habsburgo y Portugal, como objetivo de evitar que Felipe V llegara al trono español, y su lugar fuera ocupado por el archiduque Carlos. Era el comienzo de la guerra entre Francia y los aliados que se prolongarían durante 12 años. Hostilidades que en nuestro país tomaron la forma de guerra civil, pues, desde 1705, el Principado de Cataluña se puso al lado del pretendiente de los Habsburgo, como también lo hicieron el resto de los territorios de la Corona de Aragón. Las motivaciones de éstos, fueron muy diferentes: en Aragón, la defensa de la legitimidad y de los fueros aparece unida a la xenofobia francesa; en Valencia, estos fenómenos se combinan con un movimiento antiseñorial y en Cataluña, el sentimiento anticentralista unido al deseo de conservar la estabilidad sociopolítica y la recuperación económica que había caracterizado el reinado de Carlos II lo que empuja a sus habitantes a unirse al archiduque.
Francia, a pesar de tener el mejor ejército, la fortaleza de sus enemigos le colocó en una situación desesperada en 1709 y entró en negociaciones a reconocer al archiduque Carlos como rey pero dos acontecimientos provocaron que esa situación no se culminara. El primero es el deseo de Felipe V de mantener a toda costa la Corona española, mientras que el segundo fue la muerte del emperador José I a quién sustituyó el archiduque Carlos pero sin renunciar al trono español e Inglaterra y Holanda entraron en negociaciones ya que o aceptaban la formación de un bloque borbónico o unían los territorios de los Habsburgo. La guerra terminó con el triunfo de Felipe V. Junto a las victorias militares de Almansa, Briguega y Villaviciosa, un acontecimiento internacional fue clave para entender el desenlace del conflicto: Carlos de Habsburgo heredó en 1711 el Imperio alemán y se desinteresó de su aspiración a reinar en España. Sus aliadas, Inglaterra y Holanda, pasaron en ese momento a ver con prevención la posible unión de España y Austria bajo un mismo monarca.

El Tratado de Utrecht La guerra concluyó con la firma del Tratado de Utrecht en 1713. El tratado estipuló lo siguiente:
Felipe V era reconocido por las potencias europeas como Rey de España pero renunciaba a cualquier posible derecho a la corona francesa.
Los Países Bajos españoles y los territorios italianos (Nápoles y Cerdeña) pasaron a Austria. El reino de Saboya se anexionó la isla de Sicilia.
Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y el navío de permiso (derecho limitado a comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros (permiso para comerciar con esclavos en las Indias).
El Tratado de Utrecht marcó el inicio de la hegemonía británica al ser la nación más beneficiada tras el tratado. Holanda recibió una barrera de plazas fuertes en el Flandes español, que le serviría de barrera contra el expansionismo francés. Saboya, que también se había unido a la coalición, la isla de Sicilia (que luego trocó por Cerdeña). Portugal, el reconocimiento de su propiedad de la colonia de Sacramento, fortaleza que había edificado frente a Buenos Aires. Francia no sufrió pérdidas territoriales en Europa, pero tuvo que hacer concesiones a los británicos en América. Finalmente, los Habsburgo recibieron la mayor parte del Imperio español en Europa: Nápoles, Cerdeña, Milán y los Países Bajos.
Todas estas concesiones fueron hechas por Luis XIV sin contar para nada con la opinión de su nieto, prueba del grado de dependencia a que se había llegado.

2. El cambio dinástico del Siglo XVIII: las reformas internas.

El Imperio acumulado por la Corona española en Europa quedó liquidado tras el tratado de Utrecht, y aunque se percibió como una dolorosa pérdida, Domínguez Ortiz afirma que fue beneficiosa porque redujo las obligaciones exteriores y contribuyó a la definición de España como entidad política.
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V (1700-1746).
Las transformaciones territoriales sufridas por la Corona española fueron acompañadas de transformaciones administrativas que modificaron el sistema heredado de los Austrias. La causa que provocaron estos cambios fueron cinco:
La herencia burocrática de los Austrias, rígida y farragosa e ineficaz, y de difícil erradicación.
Las circunstancias de la implantación de la monarquía en medio de una guerra civil, que propiciarían reformas radicales que de otra manera hubiesen encontrado resistencias más sólidas.
La tradición de modelo de absolutismo barroco, el francés, mucho más sólido y centralizado que su homónimo español.
El coyunturalismo evidente de las reformas y de su aplicación.
La preferente atención a los niveles territoriales y locales, por ser estos más permeables que la administración central a un proceso de cambio.
Tres fueron los planos donde estas transformaciones cobraron más importancia: los decretos de Nueva Planta, la creación de las Secretarías y el establecimiento de las Intendencias.
Medidas centralizadoras, con el objetivo de hacer un estado más eficaz. En este sentido se adoptaron novedades importantes:
Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña): Abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón. Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron ya que apoyaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión.
Nuevo modelo de administración territorial, basado en la siguiente estructura: división del territorio en provincias; sustitución de los Virreyes por los Capitanes Generales como gobernadores políticos de las provincias; las Reales Audiencias se mantienen para las cuestiones judiciales; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura de los Intendentes, funcionarios encargados de las cuestiones económicas. Finalmente, en los Ayuntamientos se mantuvieron los cargos de Corregidor, Alcalde Mayor y Síndicos personeros del común (elegidos por el pueblo para su defensa).
El resultado de este conjunto de textos legales fue el establecimiento de un nuevo sistema político-administrativo en los territorios de la antigua Corona de Aragón, que ahora desaparecía. La autoridad máxima pasó a estar desempeñada por un capitán general, máxima autoridad política y militar, y una audiencia o chancillería, encargada de los asuntos judiciales.
Desaparecían también las cortes particulares de cada uno y el Consejo de Aragón, que ya no tenía objeto, puesto que se unificaba la legislación administrativa y desaparecían los organismos forales (salvo País Vasco y Navarra). Subsistió, sin embargo, el catalán, aunque dejó de ser lengua oficial, siguió teniendo amplio uso privado.
En un principio, lo que suscitó mayores resentimientos fue la introducción de un sistema tributario mucho más duro que el que regía en la época foral. El Gobierno, en vez de transplantar el castellano, imperfecto y complicado, introdujo en aquellos reinos otro basado en la recaudación de un cupo fijo por recaudación directa; pagaron más que antes pero menos que en Castilla, y conforme pasaban los años y progresaba la riqueza y la población se hicieron patentes las ventajas de este sistema, que más tarde, con el nombre de catastro, se intentó introducir también en Castilla.

Los Borbones también reformaron la administración central consolidando el establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos, exceptuando el Consejo de Castilla que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se crearon las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias), antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado, antecedente del Consejo de Ministros.

El tercer elemento característico de esta reforma administrativa residió en el establecimiento de las Intendencias, inspiradas en modelos franceses. Según Kamen, demuestra “La tendencia centralizante de la nueva monarquía borbónica reinante en España desde 1700”. Las primeras fueron en 1711 en Valencia y Aragón. La función era encargarse de las tropas, pero, tras la finalización de la guerra las primeras intendencias entraron en decadencia y hasta 1718 no se estableció, por R. Decreto, sus competencias y su número (17 en Castilla y 3 en Aragón). Eran los encargados de mantener el orden y la ley en el territorio de su jurisdicción; dirigían la recaudación y administración de impuestos; y eran los encargados de realizar un nuevo censo para fomentar la agricultura, la ganadería e industria. Además, evidentemente, tenían funciones militares. Por su gran poder en 1721 se suprimieron en zonas donde no había tropas.

En el reinado de Fernando VI (1746-1759) se perfeccionó la administración del reino y la creación de una gran escuadra marina. Se creó la Secretaría de Indias (1754) y se definió definitivamente las Intendencias por las Ordenanzas de 1749, donde se estableció una Intendencia por provincia, cuyo titular sería corregidor de la capital de la misma y unían funciones de justicia y supervisar los gobiernos de los municipios.
En 1766, ya en el reinado de Carlos III (1759-1789) los asuntos de hacienda y guerra serán para las Intendencias y los asuntos de justicia y guerra para los corregimientos.

La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la Iglesia. Las dos medidas principales fue el establecimiento de un mayor control sobre la Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús adoptada por Carlos III en 1767.
Hubo intentos no demasiado eficaces de reformar el sistema de Hacienda. Se trató de unificar y racionalizar el sistema de impuestos y, para ello, se llevó a cabo el Catastro de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla. Este Catastro es un censo de todas las propiedades del reino, muy útil para los historiadores. Se buscó también la unificación monetaria, estableciéndose el Real de a dos.

3. La práctica del Despotismo Ilustrado: Carlos III.

El Despotismo ilustrado es un concepto político que se enmarca dentro de las monarquías absolutas y que pertenece a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen europeo, pero incluye las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales las decisiones del hombre son guiadas por la razón. Los monarcas de esta doctrina contribuyeron al enriquecimiento de la cultura de sus países y adoptaron un discurso paternalista. Fue la forma de gobierno que algunos monarcas europeos, intentaron aplicar a principios de la Ilustración sin renunciar a ninguno de sus derechos. "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo": daban educación, sanidad, para tener al pueblo contento. Aunque a lo largo del siglo XVIII el Estado absolutista conoció cambios en su funcionamiento, éstos no afectaron a la estructura fundamental del poder absoluto.

Carlos III (1759-1788), hijo de Felipe V y hermanastro de Fernando VI, antes de ser rey de España desempeñó el cargo de Rey de Nápoles de 1735 y 1759. Intentaba aplicar una reforma ilustrada como llegó a realizar en Nápoles. Para ello iba a contar con su gran ministro Esquilache. A este ministro más a Francisco Sabatini se les debe la gran remodelación de Madrid. En el plano interior, destacará la reorganización de la Hacienda Pública, destinada a corregir el fraude de las clases privilegiadas, a actualizar las cantidades que debían entregar el clero y se empezaran a rescatar rentas y propiedades de la Corona enajenadas en otros tiempos por la Real Hacienda.Su reinado se caracterizó por la aplicación de las reformas del despotismo ilustrado:El siglo XVIII fue un período de recuperación económica. Esta fue desigual, mayor en la periferia que en el centro peninsular. En ese contexto de crecimiento económico, con el Conde de Aranda (1769) y Floridablanca (1787) se llevaron a cabo los primeros censos con la finalidad de conocer las potencialidades económicas y fiscales. Entre los ilustrados se extendió la conciencia de la necesidad de emprender reformas en la agricultura, ocupación que ocupaba a la mayoría de la población y que estaba muy atrasada. Para ello se crearon asociaciones como las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y los ministros de Carlos III prepararon diversos planes de reforma como el Memorial Ajustado de Campomanes y el Informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos.
Todos estos proyectos y documentos del período denunciaban las enormes propiedades amortizadas (mayorazgos de la nobleza o manos muertas de la Iglesia) y afirmaban que el acceso del campesinado a la propiedad de la tierra era una condición necesaria para el progreso del país. Por primera ves, se empezaba a hablar de la desamortización. Sin embargo, la negativa rotunda del Clero y la Nobleza, incluso hubo procesos de la Inquisición a ministros ilustrados como el Conde de Aranda, llevó a la paralización de las reformas.Las únicas medidas que se llevaron a cabo fueron el reparto de tierras comunales en Extremadura, la repoblación (fallida) de Sierra Morena bajo el gobierno de Olavide, la reducción de los derechos de la Mesta y algunas obras de regadío (Canal Imperial de Aragón, Canal de Castilla…)Los ministros ilustrados aprobaron medidas para fomentar el desarrollo de la Industria. Se rompió el monopolio de los gremios en 1772; se establecieron, con escaso éxito económico, las Reales Fábricas, con apoyo del estado (armas, astilleros, vidrio, tapices…) Las industrias textiles privadas catalanas (“indianas”) fueron más competitivas que las empresas estatales.Con respecto al comercio se adoptaron medidas conducentes a integrar el comercio nacional, como la mejora de las vías comunicación o la supresión de las aduanas interiores. Un decreto de 1778 estableció la liberalización del comercio con América, acabándose con el secular monopolio de la Casa de Contratación. Sin embargo, se mantuvo la política comercial proteccionista con respecto a las demás potencias.En el terreno financiero, se estableció el Banco de San Carlos, antecedente del futuro Banco de España. En este período, aparece la peseta, aunque no será la moneda oficial del país hasta 1868.Teniendo en cuenta la dinámica política se pueden distinguir dos períodos en los gobiernos de Carlos III:1759-1766 Gobiernos de Esquilache y Grimaldi. Los intentos de introducción de reformas encontraron una viva reacción que culminó en el Motín de Esquilache en 1766. Esta revuelta que estalló contra el decreto que obligaba a cambiar capas y sombreros tiene razones complejas. Podemos hablar de un motín popular “nacionalista”, contra el ministro italiano, manejado por el clero (jesuitas) y la nobleza para frenar las reformas. Los Jesuitas, acusados de fomentar el motín, fueron expulsados en 1767.

El aspecto más importante de la reforma administrativa llevada a cabo por Carlos III fue, sin duda, la importancia del Consejo de Castilla, verdadero motor de las reformas. No hubo un cambio brusco de personal, ni se acabó con la dualidad existente entre secretarias de Estado y consejos, pero esta institución se convirtió en el principal órgano de Gobierno de la monarquía. Los verdaderos impulsores de la política reformista fueron Pedro de Campomanes y José Moñino (conde de Floridablanca). Este último creó la Junta Suprema de Estado (1787).
En cuanto a su reforma fiscal se rebajaron los derechos impuestos sobre las carnes, vino y aceite y otros productos de primera necesidad, que eran los que más oprimían a las clases populares y se creó la contribución de frutos civiles, que gravaba las rentas de las propiedades rústicas y urbanas.

1766-1788 Gobiernos del Conde de Aranda, Floridablanca y Campomanes. Este período está dominado por los grandes ministros ilustrados que ensayaron diversas reformas económicas que finalmente no se llevaron a cabo por la oposición del clero y la nobleza.

4. La evolución de la política exterior española en Europa durante el Siglo XVIII.

Las grandes líneas de la política exterior española arrancan de la difícil situación creada tras el Tratado de Utrecht. La política exterior se planteó los siguientes objetivos: recuperar Gibraltar y Menorca, territorios españole sen manos británicas, y conseguir establecer a para príncipes de la familia Borbón en los territorios italianos perdidos.
Para ello, la política exterior española se basó en la alianza con Francia, concretada en varios Pactos de Familia, y el enfrentamiento con Inglaterra en el Atlántico ante la amenaza británica a las posesiones españolas en las Indias.
La política exterior de Felipe V (1700-1756) se dirigió a la recuperación de los territorios italianos, y por tanto, se caracterizó por su constante actividad bélica. Además había que defender las Indias de la piratería británica que en ocasiones llegó a la guerra abierta; se pretendía eliminar las consecuencias más dolorosas del tratado de Utrecht. Pero la gran preocupación de Felipe V fue la pérdida de los territorios italianos debido a los intereses de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, ya que pretendía recuperar los territorios para poner allí a sus hijos (Carlos y Felipe ). Victima de una crisis anímica de Felipe V llegó a renunciar al reinado durante un año en su hijo Luis (1724) ya que murió prematuramente y tuvo que volver al reinado. Se intentó invadir Sicilia y Cerdeña por los intereses de Isabel de Farnesio pero acabaron fracasando ante la Cuádruple Alianza (1718). Ante el fracaso de los primeros intentos en solitario se optó por la alianza con Francia. Esta alianza se concretó en el Primer Pacto de Familia (1733) firmado en El Escorial y el Segundo Pacto en 1743 en Fointaneblau. Eran la representación de solidaridad de dos grandes potencias coloniales frente a Inglaterra y por ellos harían que España volviera a entrar en conflictos europeos que en principio podrían perjudicarle. Fruto de estos pactos fue la participación apoyando los intereses franceses en la Guerra de Polonia (1733-1738) y en la Guerra de Sucesión de Austria (1743-1748). Como resultado de esta intervención Felipe V consiguió que el infante Carlos, el futuro Carlos III de España fuera coronado Rey de Nápoles y Sicilia y que el infante Felipe fuera nombrado Duque de Parma. Con Fernando VI (1746-1759), el gobierno español adoptó una política exterior de neutralidad, equidistante entre Londres y París. Pero tuvo que solucionar la política anterior de “recolocar” a los hijos de Felipe V en tronos en Europa y en 1748 se firmó el Tratado de Aquisgrán donde se reconoció a Felipe de Borbón (hijo pequeño de Felipe V )como Duque de Parma.
España se mantuvo neutral en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) a pesar de la presión de los Borbones de Francia para participar en el conflicto.
El resultado fue que en España no entró en ninguna guerra y sólo intentó solucionar las existentes. Así en 1752, se firmó el Tratado de Aranjuez con los Habsburgo para mantener el statu quo en Italia y firmó en 1753 un Concordato con el Papado para restablecer las relaciones extendiendo el patronato del rey hasta abarcar el nombramiento de la mayoría de los cargos eclesiásticos.Carlos III (1759-1788) volvió a la alianza con Francia y firmó el Tercer Pacto de Familia (1761) y a la participación de España en la guerra de los Siete Años (1761). La victoria británica, junto a su aliada Portugal, llevó a firma del Tratado de París (1763) por el que cedimos Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Para compensar esas pérdidas Francia nos cedió Luisiana.
Decide apoyar la sublevación de las 13 Colonias americanas junto a Francia. España temía que se extendiera a Latinoamérica las ideas independentistas de los colonos americanos y el afán expansivo de la nueva república que se estaba gestando. Pero lo que se pretendía era recuperar Gibraltar.
La derrota británica llevó a la firma del Tratado de Versalles (1783) lo que permitió la recuperación de Menorca, Florida y Sacramento, pero no Gibraltar.
Se establecieron relaciones diplomáticas con la Prusia de Federico el Grande, también monarca practicante del Despotismo ilustrado. La política exterior de Carlos IV (1788-1808) estuvo completamente marcada por la Revolución Francesa y nos llevará a la trágica guerra de la Independencia contra Napoleón en los inicios del siguiente siglo.

5. La política borbónica en América durante el siglo XVIII.

En un principio, la nueva dinastía Borbón no implicó ningún cambio importante en las colonias. La administración continuó sin cambios; el monopolio comercial (pese al creciente contrabando británico); los envíos de plata a cambio de los productos peninsulares y el papel preponderante del puerto de Cádiz (que había sustituido a Sevilla).La sociedad americana estaba en organizada en torno a dos grupos:
La elite blanca (decenas de miles de peninsulares y criollos). Controlaban la administración y eran los propietarios de la tierra, las minas y las demás fuentes de riqueza.
El resto de la población constituida por la mayoría indígena y los esclavos negros.
Era una sociedad organizada de forma racial pese a que había una importante mezcla racial: mestizos (blanco e india), mulato (blanco y negra) zambos (indio y negro)… A partir de mediados de siglo se inicia un cambio en la política de los Borbones hacia América. El gobierno de Madrid decidió incrementar la explotación colonial para que las colonias fueran más rentables.
Para ello se adoptaron diversas medidas. Se promovieron, con escaso éxito, las Compañías de Comercio, siguiendo el modelo inglés y holandés. Se decretó la introducción de navíos de registro: barcos que podían comerciar al margen de la Flota de Indias. Esta novedad permitió que se incrementara el comercio gaditano con América.Durante el reinado de Carlos III se introdujeron importantes reformas.La Corona trató de incrementar el control administrativo de la metrópoli sobre las Indias: se excluyó de la administración a los criollos, se creó un nuevo virreinato, el del Río de la Plata en 1776, y ese mismo año se estableció el cargo de Intendente para reforzar el control de los territorios americanos.La expulsión de los jesuitas en 1767 tuvo en América una importante consecuencia: la Corona se anexionó importantes tierras, sobre todo en Paraguay, que hasta ese momento habían estado en manos de la Compañía de Jesús.En el terreno económico hubo un incremento impositivo y en 1778 se permitió el libre comercio entre la península y las Indias, rompiendo el monopolio sevillano-gaditano.Esta nueva política borbónica, enfocada sobre todo al beneficio de la metrópoli, engendró movimientos de protesta de los criollos, apartados de los cargos administrativos, y de la explotada mano de obra indígena. En 1780-1781 se inició una revuelta en Perú iniciada por los criollos pero que pronto se convirtió en una rebelión indígena (Tupac Amaru). La revuelta fue duramente reprimida.

6. La Ilustración en España.

La Ilustración en España se inscribe en el marco general de la Ilustración europea (espíritu crítico, fe en la razón, confianza en la ciencia, afán didáctico). Las influencias son esencialmente francesas e italianas.Los ilustrados fueron una minoría culta formada por nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Básicamente se interesaron por:
Reforma y reactivación de la economía (preocupación por las ciencias útiles, mejora del sistema educativo).
Crítica moderada de algunos aspectos de la realidad social del país.
Interés por las nuevas ideas políticas liberales, aunque, en su mayor parte, no apoyaron planteamientos revolucionarios.
Su afán reformista les llevó a chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia. Pese a los afanes ilustrados, la mayoría del país siguió apegada a los valores tradicionales.Podemos distinguir varias etapas:En la primera mitad de siglo destacan Feijóo, cuya obra se centro en la divulgación de la ciencia de Newton y en la crítica a los prejuicios tradicionales y las supersticiones (Teatro Crítico, 1726) y Mayáns.
Durante este período se crearon las principales Academias, instrumento de difusión de las luces, Se establecieron la Real Academia de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes de San Fernando, y, junto a ellas, el Jardín Botánico y Gabinete de Historia Natural.Tras el impulso reformista del reinado de Fernando VI, la ilustración llega a su apogeo en el reinado de Carlos III. Los ministros de este monarca, con espíritu renovador, trataron de elevar el nivel económico y cultural del país.Los escritos de Campomanes, Jovellanos, Capmany o Cabarrús muestran la asimilación de las teorías económicas de la fisiocracia y del liberalismo económico. Fruto de ese interés por los asuntos económicos y sociales fue la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, preocupadas por la difusión de las “ciencias útiles” y el desarrollo económico.El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la creación de nuevas instituciones de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro), de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos) y en la reforma de las Universidades y de los Colegios Mayores.El desarrollo de las ciencias experimentales fue importante: Mutis y Cavanilles en biología, Ulloa y Jorge Juan en Astronomía y Cartografía, Piquer en Medicina.También se desarrolló la literatura didáctica y crítica (Feijóo, Jovellanos, Cadalso y Moratín con su célebre El sí de las niñas, y se desarrolló la prensa y las revistas literarias y científicas.

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