domingo, 14 de diciembre de 2008

TEMA 8. EL SIGLO XVIII: LOS PRIMEROS BORBONES

TEMA 8. El Siglo XVIII: los primeros Borbones.

1. La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht.

Guerra de Sucesión (1701-1713)Carlos II, que había muerto sin descendencia, nombró sucesor a Felipe de Anjou , nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV, quien fue coronado con el título de Felipe V. Acababa así la dinastía de los Habsburgo y llegaba al trono español la dinastía de los Borbones.Muy pronto, sin embargo, se formó un bando dentro y fuera de España que no aceptaba al nuevo rey y apoyaba al pretendiente el Archiduque Carlos de Habsburgo. La guerra civil y europea estalló.
El conflicto tenía una doble perspectiva:El ascenso al trono español de Felipe V representaba la hegemonía francesa y la temida unión de España y Francia bajo un mismo monarca. Este peligro llevó a Inglaterra y Holanda a apoyar al candidato austriaco, que, por supuesto, era sustentado por los Habsburgo de Viena. Las diversas potencias europeas se posicionaron ante el conflicto sucesorio español.
Por otro lado, Felipe V representaba el modelo centralista francés, apoyado en la Corona de Castilla, mientras que Carlos de Habsburgo personificaba el modelo foralista, apoyado en la Corona de Aragón y, especialmente, en Cataluña.

El objetivo último del rey Carlos II era evitar una nueva guerra a España y hacer todo lo posible para mantener íntegra la herencia de sus antepasados. Los Habsburgo no reconocieron el testamento de Carlos II, y desencadenaron las hostilidades contra Francia en Italia, ninguna nación les apoyó en sus pretensiones inicialmente. Sólo cuando Holanda, Inglaterra y Portugal empezaron a percibir la intención de Luis XIV de gobernar los territorios de su nieto como si fueran su patrimonio, comprendieron el peligro de la unidad franco-española, que expulsaría a holandeses y británicos de América donde sus intereses eran muy fuertes y encima se sustituyó las guarniciones españolas de los Países Bajos por las francesas.
En septiembre de 1701 se firmó en La Haya la Gran Alianza, que agrupaba a Holanda, Inglaterra, los Habsburgo y Portugal, como objetivo de evitar que Felipe V llegara al trono español, y su lugar fuera ocupado por el archiduque Carlos. Era el comienzo de la guerra entre Francia y los aliados que se prolongarían durante 12 años. Hostilidades que en nuestro país tomaron la forma de guerra civil, pues, desde 1705, el Principado de Cataluña se puso al lado del pretendiente de los Habsburgo, como también lo hicieron el resto de los territorios de la Corona de Aragón. Las motivaciones de éstos, fueron muy diferentes: en Aragón, la defensa de la legitimidad y de los fueros aparece unida a la xenofobia francesa; en Valencia, estos fenómenos se combinan con un movimiento antiseñorial y en Cataluña, el sentimiento anticentralista unido al deseo de conservar la estabilidad sociopolítica y la recuperación económica que había caracterizado el reinado de Carlos II lo que empuja a sus habitantes a unirse al archiduque.
Francia, a pesar de tener el mejor ejército, la fortaleza de sus enemigos le colocó en una situación desesperada en 1709 y entró en negociaciones a reconocer al archiduque Carlos como rey pero dos acontecimientos provocaron que esa situación no se culminara. El primero es el deseo de Felipe V de mantener a toda costa la Corona española, mientras que el segundo fue la muerte del emperador José I a quién sustituyó el archiduque Carlos pero sin renunciar al trono español e Inglaterra y Holanda entraron en negociaciones ya que o aceptaban la formación de un bloque borbónico o unían los territorios de los Habsburgo. La guerra terminó con el triunfo de Felipe V. Junto a las victorias militares de Almansa, Briguega y Villaviciosa, un acontecimiento internacional fue clave para entender el desenlace del conflicto: Carlos de Habsburgo heredó en 1711 el Imperio alemán y se desinteresó de su aspiración a reinar en España. Sus aliadas, Inglaterra y Holanda, pasaron en ese momento a ver con prevención la posible unión de España y Austria bajo un mismo monarca.

El Tratado de Utrecht La guerra concluyó con la firma del Tratado de Utrecht en 1713. El tratado estipuló lo siguiente:
Felipe V era reconocido por las potencias europeas como Rey de España pero renunciaba a cualquier posible derecho a la corona francesa.
Los Países Bajos españoles y los territorios italianos (Nápoles y Cerdeña) pasaron a Austria. El reino de Saboya se anexionó la isla de Sicilia.
Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y el navío de permiso (derecho limitado a comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros (permiso para comerciar con esclavos en las Indias).
El Tratado de Utrecht marcó el inicio de la hegemonía británica al ser la nación más beneficiada tras el tratado. Holanda recibió una barrera de plazas fuertes en el Flandes español, que le serviría de barrera contra el expansionismo francés. Saboya, que también se había unido a la coalición, la isla de Sicilia (que luego trocó por Cerdeña). Portugal, el reconocimiento de su propiedad de la colonia de Sacramento, fortaleza que había edificado frente a Buenos Aires. Francia no sufrió pérdidas territoriales en Europa, pero tuvo que hacer concesiones a los británicos en América. Finalmente, los Habsburgo recibieron la mayor parte del Imperio español en Europa: Nápoles, Cerdeña, Milán y los Países Bajos.
Todas estas concesiones fueron hechas por Luis XIV sin contar para nada con la opinión de su nieto, prueba del grado de dependencia a que se había llegado.

2. El cambio dinástico del Siglo XVIII: las reformas internas.

El Imperio acumulado por la Corona española en Europa quedó liquidado tras el tratado de Utrecht, y aunque se percibió como una dolorosa pérdida, Domínguez Ortiz afirma que fue beneficiosa porque redujo las obligaciones exteriores y contribuyó a la definición de España como entidad política.
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V (1700-1746).
Las transformaciones territoriales sufridas por la Corona española fueron acompañadas de transformaciones administrativas que modificaron el sistema heredado de los Austrias. La causa que provocaron estos cambios fueron cinco:
La herencia burocrática de los Austrias, rígida y farragosa e ineficaz, y de difícil erradicación.
Las circunstancias de la implantación de la monarquía en medio de una guerra civil, que propiciarían reformas radicales que de otra manera hubiesen encontrado resistencias más sólidas.
La tradición de modelo de absolutismo barroco, el francés, mucho más sólido y centralizado que su homónimo español.
El coyunturalismo evidente de las reformas y de su aplicación.
La preferente atención a los niveles territoriales y locales, por ser estos más permeables que la administración central a un proceso de cambio.
Tres fueron los planos donde estas transformaciones cobraron más importancia: los decretos de Nueva Planta, la creación de las Secretarías y el establecimiento de las Intendencias.
Medidas centralizadoras, con el objetivo de hacer un estado más eficaz. En este sentido se adoptaron novedades importantes:
Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña): Abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón. Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron ya que apoyaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión.
Nuevo modelo de administración territorial, basado en la siguiente estructura: división del territorio en provincias; sustitución de los Virreyes por los Capitanes Generales como gobernadores políticos de las provincias; las Reales Audiencias se mantienen para las cuestiones judiciales; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura de los Intendentes, funcionarios encargados de las cuestiones económicas. Finalmente, en los Ayuntamientos se mantuvieron los cargos de Corregidor, Alcalde Mayor y Síndicos personeros del común (elegidos por el pueblo para su defensa).
El resultado de este conjunto de textos legales fue el establecimiento de un nuevo sistema político-administrativo en los territorios de la antigua Corona de Aragón, que ahora desaparecía. La autoridad máxima pasó a estar desempeñada por un capitán general, máxima autoridad política y militar, y una audiencia o chancillería, encargada de los asuntos judiciales.
Desaparecían también las cortes particulares de cada uno y el Consejo de Aragón, que ya no tenía objeto, puesto que se unificaba la legislación administrativa y desaparecían los organismos forales (salvo País Vasco y Navarra). Subsistió, sin embargo, el catalán, aunque dejó de ser lengua oficial, siguió teniendo amplio uso privado.
En un principio, lo que suscitó mayores resentimientos fue la introducción de un sistema tributario mucho más duro que el que regía en la época foral. El Gobierno, en vez de transplantar el castellano, imperfecto y complicado, introdujo en aquellos reinos otro basado en la recaudación de un cupo fijo por recaudación directa; pagaron más que antes pero menos que en Castilla, y conforme pasaban los años y progresaba la riqueza y la población se hicieron patentes las ventajas de este sistema, que más tarde, con el nombre de catastro, se intentó introducir también en Castilla.

Los Borbones también reformaron la administración central consolidando el establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos, exceptuando el Consejo de Castilla que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se crearon las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias), antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado, antecedente del Consejo de Ministros.

El tercer elemento característico de esta reforma administrativa residió en el establecimiento de las Intendencias, inspiradas en modelos franceses. Según Kamen, demuestra “La tendencia centralizante de la nueva monarquía borbónica reinante en España desde 1700”. Las primeras fueron en 1711 en Valencia y Aragón. La función era encargarse de las tropas, pero, tras la finalización de la guerra las primeras intendencias entraron en decadencia y hasta 1718 no se estableció, por R. Decreto, sus competencias y su número (17 en Castilla y 3 en Aragón). Eran los encargados de mantener el orden y la ley en el territorio de su jurisdicción; dirigían la recaudación y administración de impuestos; y eran los encargados de realizar un nuevo censo para fomentar la agricultura, la ganadería e industria. Además, evidentemente, tenían funciones militares. Por su gran poder en 1721 se suprimieron en zonas donde no había tropas.

En el reinado de Fernando VI (1746-1759) se perfeccionó la administración del reino y la creación de una gran escuadra marina. Se creó la Secretaría de Indias (1754) y se definió definitivamente las Intendencias por las Ordenanzas de 1749, donde se estableció una Intendencia por provincia, cuyo titular sería corregidor de la capital de la misma y unían funciones de justicia y supervisar los gobiernos de los municipios.
En 1766, ya en el reinado de Carlos III (1759-1789) los asuntos de hacienda y guerra serán para las Intendencias y los asuntos de justicia y guerra para los corregimientos.

La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la Iglesia. Las dos medidas principales fue el establecimiento de un mayor control sobre la Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús adoptada por Carlos III en 1767.
Hubo intentos no demasiado eficaces de reformar el sistema de Hacienda. Se trató de unificar y racionalizar el sistema de impuestos y, para ello, se llevó a cabo el Catastro de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla. Este Catastro es un censo de todas las propiedades del reino, muy útil para los historiadores. Se buscó también la unificación monetaria, estableciéndose el Real de a dos.

3. La práctica del Despotismo Ilustrado: Carlos III.

El Despotismo ilustrado es un concepto político que se enmarca dentro de las monarquías absolutas y que pertenece a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen europeo, pero incluye las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales las decisiones del hombre son guiadas por la razón. Los monarcas de esta doctrina contribuyeron al enriquecimiento de la cultura de sus países y adoptaron un discurso paternalista. Fue la forma de gobierno que algunos monarcas europeos, intentaron aplicar a principios de la Ilustración sin renunciar a ninguno de sus derechos. "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo": daban educación, sanidad, para tener al pueblo contento. Aunque a lo largo del siglo XVIII el Estado absolutista conoció cambios en su funcionamiento, éstos no afectaron a la estructura fundamental del poder absoluto.

Carlos III (1759-1788), hijo de Felipe V y hermanastro de Fernando VI, antes de ser rey de España desempeñó el cargo de Rey de Nápoles de 1735 y 1759. Intentaba aplicar una reforma ilustrada como llegó a realizar en Nápoles. Para ello iba a contar con su gran ministro Esquilache. A este ministro más a Francisco Sabatini se les debe la gran remodelación de Madrid. En el plano interior, destacará la reorganización de la Hacienda Pública, destinada a corregir el fraude de las clases privilegiadas, a actualizar las cantidades que debían entregar el clero y se empezaran a rescatar rentas y propiedades de la Corona enajenadas en otros tiempos por la Real Hacienda.Su reinado se caracterizó por la aplicación de las reformas del despotismo ilustrado:El siglo XVIII fue un período de recuperación económica. Esta fue desigual, mayor en la periferia que en el centro peninsular. En ese contexto de crecimiento económico, con el Conde de Aranda (1769) y Floridablanca (1787) se llevaron a cabo los primeros censos con la finalidad de conocer las potencialidades económicas y fiscales. Entre los ilustrados se extendió la conciencia de la necesidad de emprender reformas en la agricultura, ocupación que ocupaba a la mayoría de la población y que estaba muy atrasada. Para ello se crearon asociaciones como las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y los ministros de Carlos III prepararon diversos planes de reforma como el Memorial Ajustado de Campomanes y el Informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos.
Todos estos proyectos y documentos del período denunciaban las enormes propiedades amortizadas (mayorazgos de la nobleza o manos muertas de la Iglesia) y afirmaban que el acceso del campesinado a la propiedad de la tierra era una condición necesaria para el progreso del país. Por primera ves, se empezaba a hablar de la desamortización. Sin embargo, la negativa rotunda del Clero y la Nobleza, incluso hubo procesos de la Inquisición a ministros ilustrados como el Conde de Aranda, llevó a la paralización de las reformas.Las únicas medidas que se llevaron a cabo fueron el reparto de tierras comunales en Extremadura, la repoblación (fallida) de Sierra Morena bajo el gobierno de Olavide, la reducción de los derechos de la Mesta y algunas obras de regadío (Canal Imperial de Aragón, Canal de Castilla…)Los ministros ilustrados aprobaron medidas para fomentar el desarrollo de la Industria. Se rompió el monopolio de los gremios en 1772; se establecieron, con escaso éxito económico, las Reales Fábricas, con apoyo del estado (armas, astilleros, vidrio, tapices…) Las industrias textiles privadas catalanas (“indianas”) fueron más competitivas que las empresas estatales.Con respecto al comercio se adoptaron medidas conducentes a integrar el comercio nacional, como la mejora de las vías comunicación o la supresión de las aduanas interiores. Un decreto de 1778 estableció la liberalización del comercio con América, acabándose con el secular monopolio de la Casa de Contratación. Sin embargo, se mantuvo la política comercial proteccionista con respecto a las demás potencias.En el terreno financiero, se estableció el Banco de San Carlos, antecedente del futuro Banco de España. En este período, aparece la peseta, aunque no será la moneda oficial del país hasta 1868.Teniendo en cuenta la dinámica política se pueden distinguir dos períodos en los gobiernos de Carlos III:1759-1766 Gobiernos de Esquilache y Grimaldi. Los intentos de introducción de reformas encontraron una viva reacción que culminó en el Motín de Esquilache en 1766. Esta revuelta que estalló contra el decreto que obligaba a cambiar capas y sombreros tiene razones complejas. Podemos hablar de un motín popular “nacionalista”, contra el ministro italiano, manejado por el clero (jesuitas) y la nobleza para frenar las reformas. Los Jesuitas, acusados de fomentar el motín, fueron expulsados en 1767.

El aspecto más importante de la reforma administrativa llevada a cabo por Carlos III fue, sin duda, la importancia del Consejo de Castilla, verdadero motor de las reformas. No hubo un cambio brusco de personal, ni se acabó con la dualidad existente entre secretarias de Estado y consejos, pero esta institución se convirtió en el principal órgano de Gobierno de la monarquía. Los verdaderos impulsores de la política reformista fueron Pedro de Campomanes y José Moñino (conde de Floridablanca). Este último creó la Junta Suprema de Estado (1787).
En cuanto a su reforma fiscal se rebajaron los derechos impuestos sobre las carnes, vino y aceite y otros productos de primera necesidad, que eran los que más oprimían a las clases populares y se creó la contribución de frutos civiles, que gravaba las rentas de las propiedades rústicas y urbanas.

1766-1788 Gobiernos del Conde de Aranda, Floridablanca y Campomanes. Este período está dominado por los grandes ministros ilustrados que ensayaron diversas reformas económicas que finalmente no se llevaron a cabo por la oposición del clero y la nobleza.

4. La evolución de la política exterior española en Europa durante el Siglo XVIII.

Las grandes líneas de la política exterior española arrancan de la difícil situación creada tras el Tratado de Utrecht. La política exterior se planteó los siguientes objetivos: recuperar Gibraltar y Menorca, territorios españole sen manos británicas, y conseguir establecer a para príncipes de la familia Borbón en los territorios italianos perdidos.
Para ello, la política exterior española se basó en la alianza con Francia, concretada en varios Pactos de Familia, y el enfrentamiento con Inglaterra en el Atlántico ante la amenaza británica a las posesiones españolas en las Indias.
La política exterior de Felipe V (1700-1756) se dirigió a la recuperación de los territorios italianos, y por tanto, se caracterizó por su constante actividad bélica. Además había que defender las Indias de la piratería británica que en ocasiones llegó a la guerra abierta; se pretendía eliminar las consecuencias más dolorosas del tratado de Utrecht. Pero la gran preocupación de Felipe V fue la pérdida de los territorios italianos debido a los intereses de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, ya que pretendía recuperar los territorios para poner allí a sus hijos (Carlos y Felipe ). Victima de una crisis anímica de Felipe V llegó a renunciar al reinado durante un año en su hijo Luis (1724) ya que murió prematuramente y tuvo que volver al reinado. Se intentó invadir Sicilia y Cerdeña por los intereses de Isabel de Farnesio pero acabaron fracasando ante la Cuádruple Alianza (1718). Ante el fracaso de los primeros intentos en solitario se optó por la alianza con Francia. Esta alianza se concretó en el Primer Pacto de Familia (1733) firmado en El Escorial y el Segundo Pacto en 1743 en Fointaneblau. Eran la representación de solidaridad de dos grandes potencias coloniales frente a Inglaterra y por ellos harían que España volviera a entrar en conflictos europeos que en principio podrían perjudicarle. Fruto de estos pactos fue la participación apoyando los intereses franceses en la Guerra de Polonia (1733-1738) y en la Guerra de Sucesión de Austria (1743-1748). Como resultado de esta intervención Felipe V consiguió que el infante Carlos, el futuro Carlos III de España fuera coronado Rey de Nápoles y Sicilia y que el infante Felipe fuera nombrado Duque de Parma. Con Fernando VI (1746-1759), el gobierno español adoptó una política exterior de neutralidad, equidistante entre Londres y París. Pero tuvo que solucionar la política anterior de “recolocar” a los hijos de Felipe V en tronos en Europa y en 1748 se firmó el Tratado de Aquisgrán donde se reconoció a Felipe de Borbón (hijo pequeño de Felipe V )como Duque de Parma.
España se mantuvo neutral en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) a pesar de la presión de los Borbones de Francia para participar en el conflicto.
El resultado fue que en España no entró en ninguna guerra y sólo intentó solucionar las existentes. Así en 1752, se firmó el Tratado de Aranjuez con los Habsburgo para mantener el statu quo en Italia y firmó en 1753 un Concordato con el Papado para restablecer las relaciones extendiendo el patronato del rey hasta abarcar el nombramiento de la mayoría de los cargos eclesiásticos.Carlos III (1759-1788) volvió a la alianza con Francia y firmó el Tercer Pacto de Familia (1761) y a la participación de España en la guerra de los Siete Años (1761). La victoria británica, junto a su aliada Portugal, llevó a firma del Tratado de París (1763) por el que cedimos Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Para compensar esas pérdidas Francia nos cedió Luisiana.
Decide apoyar la sublevación de las 13 Colonias americanas junto a Francia. España temía que se extendiera a Latinoamérica las ideas independentistas de los colonos americanos y el afán expansivo de la nueva república que se estaba gestando. Pero lo que se pretendía era recuperar Gibraltar.
La derrota británica llevó a la firma del Tratado de Versalles (1783) lo que permitió la recuperación de Menorca, Florida y Sacramento, pero no Gibraltar.
Se establecieron relaciones diplomáticas con la Prusia de Federico el Grande, también monarca practicante del Despotismo ilustrado. La política exterior de Carlos IV (1788-1808) estuvo completamente marcada por la Revolución Francesa y nos llevará a la trágica guerra de la Independencia contra Napoleón en los inicios del siguiente siglo.

5. La política borbónica en América durante el siglo XVIII.

En un principio, la nueva dinastía Borbón no implicó ningún cambio importante en las colonias. La administración continuó sin cambios; el monopolio comercial (pese al creciente contrabando británico); los envíos de plata a cambio de los productos peninsulares y el papel preponderante del puerto de Cádiz (que había sustituido a Sevilla).La sociedad americana estaba en organizada en torno a dos grupos:
La elite blanca (decenas de miles de peninsulares y criollos). Controlaban la administración y eran los propietarios de la tierra, las minas y las demás fuentes de riqueza.
El resto de la población constituida por la mayoría indígena y los esclavos negros.
Era una sociedad organizada de forma racial pese a que había una importante mezcla racial: mestizos (blanco e india), mulato (blanco y negra) zambos (indio y negro)… A partir de mediados de siglo se inicia un cambio en la política de los Borbones hacia América. El gobierno de Madrid decidió incrementar la explotación colonial para que las colonias fueran más rentables.
Para ello se adoptaron diversas medidas. Se promovieron, con escaso éxito, las Compañías de Comercio, siguiendo el modelo inglés y holandés. Se decretó la introducción de navíos de registro: barcos que podían comerciar al margen de la Flota de Indias. Esta novedad permitió que se incrementara el comercio gaditano con América.Durante el reinado de Carlos III se introdujeron importantes reformas.La Corona trató de incrementar el control administrativo de la metrópoli sobre las Indias: se excluyó de la administración a los criollos, se creó un nuevo virreinato, el del Río de la Plata en 1776, y ese mismo año se estableció el cargo de Intendente para reforzar el control de los territorios americanos.La expulsión de los jesuitas en 1767 tuvo en América una importante consecuencia: la Corona se anexionó importantes tierras, sobre todo en Paraguay, que hasta ese momento habían estado en manos de la Compañía de Jesús.En el terreno económico hubo un incremento impositivo y en 1778 se permitió el libre comercio entre la península y las Indias, rompiendo el monopolio sevillano-gaditano.Esta nueva política borbónica, enfocada sobre todo al beneficio de la metrópoli, engendró movimientos de protesta de los criollos, apartados de los cargos administrativos, y de la explotada mano de obra indígena. En 1780-1781 se inició una revuelta en Perú iniciada por los criollos pero que pronto se convirtió en una rebelión indígena (Tupac Amaru). La revuelta fue duramente reprimida.

6. La Ilustración en España.

La Ilustración en España se inscribe en el marco general de la Ilustración europea (espíritu crítico, fe en la razón, confianza en la ciencia, afán didáctico). Las influencias son esencialmente francesas e italianas.Los ilustrados fueron una minoría culta formada por nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Básicamente se interesaron por:
Reforma y reactivación de la economía (preocupación por las ciencias útiles, mejora del sistema educativo).
Crítica moderada de algunos aspectos de la realidad social del país.
Interés por las nuevas ideas políticas liberales, aunque, en su mayor parte, no apoyaron planteamientos revolucionarios.
Su afán reformista les llevó a chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia. Pese a los afanes ilustrados, la mayoría del país siguió apegada a los valores tradicionales.Podemos distinguir varias etapas:En la primera mitad de siglo destacan Feijóo, cuya obra se centro en la divulgación de la ciencia de Newton y en la crítica a los prejuicios tradicionales y las supersticiones (Teatro Crítico, 1726) y Mayáns.
Durante este período se crearon las principales Academias, instrumento de difusión de las luces, Se establecieron la Real Academia de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes de San Fernando, y, junto a ellas, el Jardín Botánico y Gabinete de Historia Natural.Tras el impulso reformista del reinado de Fernando VI, la ilustración llega a su apogeo en el reinado de Carlos III. Los ministros de este monarca, con espíritu renovador, trataron de elevar el nivel económico y cultural del país.Los escritos de Campomanes, Jovellanos, Capmany o Cabarrús muestran la asimilación de las teorías económicas de la fisiocracia y del liberalismo económico. Fruto de ese interés por los asuntos económicos y sociales fue la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, preocupadas por la difusión de las “ciencias útiles” y el desarrollo económico.El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la creación de nuevas instituciones de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro), de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos) y en la reforma de las Universidades y de los Colegios Mayores.El desarrollo de las ciencias experimentales fue importante: Mutis y Cavanilles en biología, Ulloa y Jorge Juan en Astronomía y Cartografía, Piquer en Medicina.También se desarrolló la literatura didáctica y crítica (Feijóo, Jovellanos, Cadalso y Moratín con su célebre El sí de las niñas, y se desarrolló la prensa y las revistas literarias y científicas.

martes, 2 de diciembre de 2008

TEMA 7. La España del Barroco

TEMA 7. LA ESPAÑA DEL BARROCO

1. La España de los Austrias Menores: los validos.

La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el siglo XVII fueron los validos. Los validos son personajes, miembros de la aristocracia, en los que el rey depositaba su total confianza. El monarca se desentendía de las labores de gobierno y el valido tomaba las principales decisiones.
Dos razones explican su aparición: las labores de gobierno eran cada vez más complejas y los monarcas españoles del siglo XVII, los Austrias Menores, no destacaron por su espíritu laboriosos.
No fueron un fenómeno exclusivamente español. Figuras similares aparecieron en otras monarquías europeas. Los mejores ejemplos fueron Mazarino o Richelieu en Francia.
Los validos gobernaron al margen del sistema institucional de la monarquía, al margen de los Consejos. En su lugar, como órganos de asesoramiento, crearon Juntas reducidas compuestas por sus propios partidarios.
El nuevo sistema significó un aumento de la corrupción. Los validos aprovecharon su poder para conseguir cargos, pensiones y mercedes para sus familiares y partidarios, lo que provocó críticas generalizadas por parte, sobre todo, de los letrados que formaban los Consejos y los miembros de la aristocracia que no gozaban del favor del valido.Validos de Felipe III: Duque de Lerma y Duque de Uceda.Validos de Felipe IV: Conde-Duque de Olivares y Luis de Haro.Validos de Carlos II: Padre Nithard, Fernando Valenzuela, durante la Regencia de Mariana de Austria (1665-1675), Duque de Medinaceli y Conde de Oropesa (Carlos II).Otro fenómeno que se generalizó en la administración española del siglo XVII fue la venta de cargos. Lo inició en épocas anteriores la Corona como medio para obtener dinero rápido. Su uso se extendió con Felipe III.
En principio, se pusieron en venta cargos de regidores en las ciudades, escribanías y otros oficios menores. Sin embargo, se llegaron a vender puestos en los Consejos.Estos cargos se convirtieron en hereditarios, lo que en la práctica significó que la Corona cedía parte de su poder a los que detentaban los cargos. Pese a los muchas protestas que hubo, esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XVII.

********************AMPLIACIÓN******************************

Entre los siglos XVI y XVII, en el transcurso de unos años, se perfila un importante cambio en la dirección política de los principales Estados europeos. Monarcas como Felipe II de Hagsburgo, Isabel I Tudor o Enrique IV de Borbón, que habían ejercido directamente el poder e impreso un fuerte sello personal en sus respectivos gobiernos, desaparecen sucedidos por una generación de soberanos propensa a valerse de ministros plenipotenciarios. Aunque pudiera parecer que este panorama es el resultado de la tradicional y periódica alternancia de reyes dotados de gran capacidad de dirección política y de soberanos más débiles, subyugados por influyentes favoritos, hay que tener en cuenta el hecho de que las sucesiones al trono de reyes muy jóvenes, como en el caso de Felipe III de Hagsburgo, o incluso menores de edad, como el de Luis XIII de Borbón, constituyeron siempre un terreno abonado para el desarrollo de estrategias aristocráticas encaminadas a condicionar y limitar la autonomía del soberano.
Ya desde finales del reinado de Felipe II la monarquía hispana estaba dando señales de debilidad, y, debido a la incapacidad de cumplir sus grandes aspiraciones, empezaba a "privatizar" competencias estatales, principalmente en el campo de las actividades militares y navales. Encontrándonos de este modo ante una cierta refeudalización, pero no como vuelta de dominio de una clase, si no de individuos dentro de una nueva situación creada que todos comprendían que era irreversible.
Los Privados o validos:
Su elección dependía sólo del rey, la privanza fue una Institución irregular, no legal, suponía la unión de dos elementos de los que muchos monarcas no podían prescindir: amigo íntimo y trabajador eficaz.
La tarea que competía a un rey era tan abrumadora que se comprende dejara lo más pesado de la tarea a una persona de su confianza.
Su origen hay que buscarlo en la propia mecánica burocrática y en la ineptitud de Felipe III, a causa de la cual se crea un cargo muy parecido al de primer ministro, pero que carece de nombre y que recae en Lerma, no por sus méritos, sino por ser amigo íntimo del rey; este carácter amigable, preferencial para el cargo, es lo que desluce el proceso y oscurece lo que fue un desarrollo institucional.
Los últimos Austrias se desentienden del gobierno a través de validos, la que puede ser explicado por lo complicado y extenso del gobierno, que difícilmente puede ser manejado por un solo hombre; había llegado el momento de que el rey compartiera su carga y delegara su poder.

Las funciones del valido: supervisa los consejos, maneja los Instrumentos escritos del gobierno y aconseja al rey.
Influye directamente en la política real por dos vías:
1- Tiene en su cargo el aconsejar al rey.
2- Puede hablarle además como íntimo amigo.
La ascensión del valído refleja:
1- La ineptitud del monarca.
2- Las ambiciones de los aristócratas.

Cuando la corona delega competencias lo hace buscando un primer ministro; pero, al mezclarse poder y patronazgo, la corona pierde independencia; lo que empezó como delegación de poder, acabó como abdicación del control y pérdida del poder.
El primer valido que hace su aparición es el duque de Lerma con Felipe III. En un primer momento Felipe autorizaría, verbalmente, a éste para que firmase en su nombre; años después, Felipe mandó a los presidentes de los Consejos una Real Cédula en la que confirmaba, por escrito, los poderes dados a Lerma desde el principio, en la que ordena que cada Consejo y su Presidente cumplan todo lo dicho por Lerma.
Lerma fue durante veinte años el punto central del Estado. Su caída, o lo que es igual, su pérdida de la gracia real, ocurrió en octubre de 1618. Pasando a la sustitución inmediata de su hijo, el duque de Uceda.
¿Por qué la figura del valido?
La opinión de muchos historiadores consiste en afirmar que los validos gobernaron porque los últimos Austrias carecieron de energía, de carácter, de talento político, etc.
Fernández Alvarez, aludiendo a la caída de Lerma, dice:

"Caía Lerma pero no el sistema. El régimen de validos continuará a lo largo del siglo con la serie de reyes holgazanes, abúlicos a enfermizos que se suceden en el trono español durante los últimos Austrias".
Por el contrarío, Domínguez Ortiz dice que Felipe IV "sostuvo a Olivares como Luis XIII a Richelieu: por que lo creyó el hombre más indicado para desarrollar su política, no por pereza a incapacidad mental".
Para Elliott, Felipe IV supo elegir al hombre idóneo, "Si existía en España un hombre preparado para luchar contra los enormes problemas del momento, ese era el Conde de Olivares" .


2. La España de los Austrias Menores: los conflictos internos.

Los Reyes Católicos habían construido el nuevo estado que se había estructurado como un conjunto de reinos unidos por tener los mismos monarcas pero que mantuvieron sus propias leyes e instituciones. Desde el siglo XVI se manifestaron conflictos entre una tendencia centralizadora, que trataba de homogeneizar los territorios de la Corona siguiendo el modelo de reino más poderoso, Castilla, y una tendencia descentralizadora que buscaba el mantenimiento de las las leyes (fueros) e instituciones particulares de cada territorio.
A estas tensiones de tipo político se les vino a unir en el siglo XVII las derivadas de la dura crisis económica y social que sufrió la monarquía hispánica.Felipe III continuó la política de intolerancia religiosa: en 1609 decretó la expulsión de los moriscos. Esta medida afectó especialmente a los reinos de Aragón y Valencia y provocó el despoblamiento de determinadas zonas y falta de mano de obra agrícola.
Al convertirse la monarquía española en potencia del Mediterráneo, era inevitable el enfrentamiento con turcos y berberiscos; con sus incursiones al Levante español ponían en peligro la defensa de España, aparentemente los moriscos españoles eran la "quinta columna", esto llevó al gobierno a un dilema: conversión o expulsión.
La conversión no dio buenos resultados, ni acabó con la amenaza turca, determinándose de ese modo la expulsión.
Pero esta expulsión morisca planteaba un problema grave: dejar despobladas y sin cultivar las zonas más ricas del reino.
Ante los planes del sultán Al-Mansur de Marruecos, aliado con Isabel de Inglaterra, para invadir la Península, el problema se hacía urgente: había que acabar con la cuestión morisca. Ya que la asimilación por la sociedad cristiana resultó fallida, no había otra solución que la expulsión. En abril de 1609 se decretó la expulsión para los del reino de Valencia, núcleo más importante y poderoso; en diciembre, a los de Castilla, y en abril del año siguiente, a los de Aragón.
En Valencia fue donde más se notaron las repercusiones que sobre la economía tendrían estas medidas, En Aragón provocó la ruina de la agricultura en la zona media del Ebro. Castilla, sin embargo debió salir menos afectada, al igual que Cataluña. A pesar de ello, la mayor consecuencia no fue económica, sino social.
El valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, trató de que los demás reinos peninsulares colaboraran al mismo nivel que Castilla en el esfuerzo bélico que agobiaba a una monarquía con graves dificultades financieras. España participaba en esos momentos en la guerra de los Treinta Años. Este proyecto de Olivares, conocido como la “Unión de Armas” desencadenó la crisis más grave del siglo XVII, la crisis de 1640.La negativa a colaborar de las Cortes Catalanas (1626 y 1632) no impidió que Olivares decidiera llevar tropas para luchar contra Francia a través del Principado. Muy pronto los roces de las tropas castellanas e italianas con el campesinado alentó el descontento que terminó por estallar en el Levantamiento del Corpus de Sangre, el 7 de junio de 1640.
La muerte del Virrey fue solo el inicio de una guerra de Cataluña entre los rebeldes catalanes, dirigidos por la Generalitat con el apoyo de Luis XIII de Francia y las tropas de Felipe IV. La guerra civil concluyó cuando Barcelona fue recuperada por las tropas españolas en 1652.
Animadas por la rebelión catalana, los estamentos dirigentes portugueses se lanzaron a la rebelión. Las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. Los rebeldes fueron apoyados por Francia e Inglaterra, potencias interesadas en debilitar a España. Finalmente, Mariana de Austria, Madre-regente de Carlos II, acabó reconociendo la independencia de Portugal en 1668.
En plena crisis de la monarquía, hubo levantamientos de tinte separatista en Andalucía, Aragón y Nápoles.
Pese a ser aplastadas todas las rebeliones, excepto la portuguesa, Felipe IV mantuvo los fueros de los diversos reinos.
En la época de Felipe IV, hay un deterioro político y económico (Bancarrotas: 1627,1643,1656,1664) enmascarado por la figura de Olivares. Este fenómeno no es únicamente hispánico, ya que el Conde-duque pertenecía a la generación de consejeros reales, Richelieu, Strafford,etc., y creía, como ellos, en las grandes posibilidades que ofrecía una organización más racional del Estado.
Bajo el gobierno de los validos de Felipe III había crecido la corrupción, llegando a producir un desequilibrio dentro del mismo cuerpo del Estado, como resultado había tensiones sociales con posibilidad de luchas internas
Así pues, Olivares se plantea el comenzar las reformas desde arriba del Estado, hasta alcanzar al menos el nivel de esplendor logrado con Felipe II. La visión de éste era la de una sociedad Justa y equilibrada.
Existe una dicotomía en su programa de gobierno; por una parte, pretende volver a la misma situación del siglo XVI: sociedad estamental tradicional, así como normas y valores tradicionales; por otra, una regeneración económica que exigía cambios radicales en la sociedad.
Olivares encontró fuertes oponentes, sobre todo por parte de la nobleza que se vio amenazada. Tuvo un intento de reformar a este estamento nobiliar con la fundación del Colegio Imperial para la educación de los jóvenes nobles, formación militar, geográfica, técnica, mecánica, etc, fue un proyecto fallido.

Acabó con la exención fiscal de las capas altas, al menos en la práctica, con los "donativos" forzosos y el resurgir de las viejas obligaciones feudales.

Carlos II (1675-1700)
El 6 de noviembre de 1675, Carlos cumplía 14 años, alcanzando la mayoría prevista de edad, días antes su madre le presentó un proyecto por el que se prolongaba su regencia durante dos años más; pero Carlos se negó a firmarlo. Ante esta negativa, la reina madre intervino para el nombramiento de Valenzuela como primer ministro.
Esta medida provocó el descontento de don Juan José de Austria, que, con un ejército y apoyado por la corona de Aragón, marchó sobre Madrid; Valenzuela se vio obligado a huir y esconderse en El Escorial, siendo desterrado posteriormente a las islas Filipinas.
El gobierno de don Juan José de Austria duró tres años, hasta su muerte.
Aunque todos los vaticinios aseguraban un rápido fallecimiento del raquítico Carlos II, lo cierto es que tuvo un reinado bastante largo: hasta la edad de casi 39 años.
De su primer matrimonio, con María Luisa de Orleans, no tuvo descendiente. Casó de nueva con Mariana de Neoburgo y tampoco consiguió sucesor, lo que provocará una problemática considerable, al quedar vacante el trono de la Corona Hispana, ante la cual todos los países europeos intentarán establecer sus derechos a esta sucesión, no ya tanto por ser España una pieza apetecible en el reparto de poder continental; sino por neutralizar sus posibilidades de volver a ser otra vez, tras una posible recuperación, la principal fuerza continental como ya había sido en tiempos pasados.
En estos momentos finales del siglo, la situación de la Península es:

debilidad económica general.

contracción demográfica (por movimiento natural).

por emigración hacía América paralización económica de Castilla.

Desarrollo económico catalán.

Inflación monetaria castellana.
El alza económica catalana no va en correspondencia con un alza demográfica. La expulsión de los moriscos afectó mas al área aragonesa que a Castilla.
En el XVII se producen tres importantes epidemias que merman la población peninsular, los datos, aunque con reparos, nos hablan de pérdidas de hasta 14.000 habitantes en una de estas epidemias en Córdoba; de 60.000 en Sevilla; en total las tres epidemias pudieron reducir la población en, más a menos, un millón de personas. Esta baja demográfica se agrava si sumamos a los moriscos expulsados.
En el terreno económico, observamos frecuentes intentos fallidos de crear un proteccionismo; el más llamativo es el de 1.679, inspirado en el colbertismo francés. Pero la masiva presencia de extranjeros al frente de la actividad comercial y las más frecuentes acuñaciones de moneda en cobre imposibilitan, junto con los acontecimientos políticos, la solución.

La sucesión a este rey, empeñado en no ser un jugete de las potencias europeas, que habían conseguido arrebatar a España el liderazgo, traerá la alternativa de un cambio dinástico materializado en la francesa casa de Borbón que, aun planteado y preparado por el propio monarca, no estará exento de problemas y desembocará en una guerra: La Guerra de Sucesión

3. La crisis de 1640.

El enorme esfuerzo militar que para la Monarquía suponía las continuas guerras europeas (Guerra de los Treinta Años había comenzado en 1618 y las hostilidades con los rebeldes holandeses se habían reanudado) y la demanda de sacrificios a los reinos que componían la Corona realizada por la “Unión de Armas” propuesta por el Conde-Duque de Olivares en 1632 precipitaron la crisis de 1640 con dos escenarios principales: Cataluña y Portugal.El fracaso de Olivares para que las instituciones catalanas aceptaran la “Unión de Armas” no le impidió mandar tropas al Principado al estallar la guerra con Francia. La presencia de tropas castellanas precipitó el estallido de revueltas entre el campesinado catalán. Finalmente el día del Corpus Christi de 1640, grupos de campesinos atacaron Barcelona, asesinaron al virrey y precipitaron la huída de las autoridades.Asesinado el lugarteniente del rey, representante de las instituciones de la monarquía, la Generalitat presidida por Pau Clarís se puso al frente de la rebelión. Ante el avance de tropas castellanas, los rebeldes aceptaron la soberanía de Francia. Un ejército galo entró en Cataluña y derrotó a las tropas castellanas en Montjüic. El Rosellón y Lérida eran conquistadas en 1642. El dominio de la Francia de Luis XIII y Richelieu acabó con la reconquista del Principado y la caída de Barcelona en 1652. Sin embargo, la Corona Española perdió el Rosellón y la Cerdaña en la Paz de los Pirineos en 1659.Aprovechando la crisis catalana, en diciembre de 1640 se inició la rebelión en Portugal. La falta de ayuda castellana ante los ataques holandeses contra las posesiones portuguesas en Asia y la presencia de castellanos en el gobierno del reino provocó que las clases dirigentes lusas dejaran de ver ventajas en su unión a la Corona española. La rebelión, organizada en torno a la dinastía de los Braganza, se extendió rápidamente.El apoyo de Francia e Inglaterra, ansiosas de debilitar a España, llevó a que finalmente, Mariana de Austria (madre-regente de Carlos II) acabara reconociendo la independencia de Portugal en 1668.
También hubo levantamientos de tinte separatista en Andalucía, Aragón y Nápoles. Pese a ser aplastados todos los movimientos, excepto el portugués, Felipe IV mantuvo los fueros de los diversos reinos.

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La Crisis centrífuga de 1640:
Condiciones que dieron pie a las revueltas:
En toda la Europa moderna existía una precondicíón permanente para la revuelta:
- La presión de la población sobre los recursos alimenticios.
- La amenaza constante de una mala cosecha y la muerte por hambre.
Tipos de revueltas:
Revuelta popular: provocadas por el hambre y la miseria, que adquieren acentos religiosos.
Revuelta política: protesta de una fracción o mayoría de la nación contra un régimen impopular.
Ambas son independientes aunque, a veces, una puede provocar a la otra. Las de Sicilia y Nápoles responden al primer tipo: es un movimiento popular con poca o ninguna participación de la elite.
En Portugal se puede ver, esencialmente, un movimiento de elites, aunque también contó con el apoyo popular.
En Cataluña se da una mezcla de ambas intervenciones
Revueltas internas.
Fechas:
-1640 Cataluña.
-1640 Portugal.
-1641 Levantamiento de Andalucía.
-1646 Sicilia.
-1647 Nápoles
Causas de las revueltas:
socio-políticas

Todos los reinos de la monarquía española, excepto Castilla, eran reinos sin rey.

La lengua como distinción y hostilidad hacia el forastero.

Castilla aparece como monopolizadora:

Portugal y Cataluña, quieren conservar la Independencia de sus comunidades.
económicas
Cataluña y Portugal, gozaban de prosperidad económica en comparación con Castilla. De seguir unidos a Castilla, ambos deberían esperar un empobrecimiento progresivo, hasta alcanzar la miseria a que había llegado Castilla.
* Los levantamientos de Sicilia y Nápoles, nacieron del descontento de una población explotada por el fisco que descarga su cólera sobre la clase gobernante.
* Las cuatro revueltas nacían de una causa común, la presión fiscal ejercida por un gobierno ajeno que iba sufriendo derrotas en la guerra.

La Guerra de Cataluña comienza por un levantamiento campesino en las calles de Barcelona (el llamado Corpus de Sangre, antecedente de la actual "diada" nacionalista). Este levantamiento se debe, entre otras cosas, al descontento provocado por la concentración de soldados extranjeros en Cataluña para acudir a las guerras europeas.
Como intento para sofocar el movimiento, Olivares nombró virrey a un catalán, el duque de Cardona, medida que no sirvió de nada.
En su levantamiento Cataluña pide ayuda a Francia y en compensación nombran a Luis XIII conde de Barcelona.
Pero en medio de estos conflictos la monarquía debe enfrentarse a un nuevo problema: la sublevación de Portugal.
Ya no debía luchar por su hegemonía en Europa, sino por su unidad interna.
La sublevación de Portugal era más difícil de contener. Cuando llegó la noticia de la rebelión a Madrid, el duque de Braganza era ya Juan IV de Portugal.
Por primera vez desde la Reconquista, España tenía dos frentes internos peninsulares.
Además de estas dos revueltas, había mas en la Península: Andalucía se levantaba en conexión con Portugal, de manos del duque de Medína-Sidonla y del marqués de Ayamonte.
También en Aragón las hubo, con el virrey a la cabeza y el duque de Bajar junto con Carlos Padilla, en conexión con el alzamiento Catalán.
Las de Sicilia y Nápoles fueron posteriores, para entonces ya había caido Olivares y era sustituido por el conde de Haro.


4. La España de los Austrias Menores: la política exterior. El ocaso de la hegemonía de los Habsburgo.

El siglo XVII fue testigo de la aparición y consolidación de un nuevo orden internacional en Europa. Las guerras fueron una constante del que ha sido denominado Siglo de hierro. La cruel Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y, ligada a la anterior, la Guerra Franco-Española que culminó en 1659 son buen ejemplo de ello.
La Paz de Westfalia de 1648 puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Este tratado significó el triunfo de una “Europa horizontal”, basada en monarquías independientes y en la búsqueda del equilibrio diplomático y militar, y la derrota de la idea de una “Europa vertical” , en la que los reinos estarían subordinados al Emperador y al Papa.
Más que esto, La Paz de Westfalia supuso el fin de la hegemonía de los Habsburgo (Austrias) en sus dos ramas, la de Madrid y la de Viena, en Europa.El reinado Felipe III (1598-1621) fue un reinado pacífico. Agotada España y sus enemigos tras las continuas guerras del siglo anterior, se paralizaron los conflictos con Francia, Inglaterra y los rebeldes holandeses, con los que se firmó la Tregua de los Doce Años.
La Paz exterior
Al iniciarse el siglo XVII se aprecian las ansias de paz.
- Inglaterra, tras la muerte de Isabel, I inicia las negociaciones de paz bajo Jacobo I.
- Países Bajos, negociación de paz por los archiduques. Tregua de los Doce Años.
- Francia, paz mediante política matrimonial Ana de Austria ----- Luis XIII
Felipe IV ------- Isabel de Borbón
La paz finalizará con la guerra de los Treinta Años (Guerra 30 años(1618-48): Los viejos enfrentamientos religiosos derivan en una guerra por la supremacía Habsburgo en Europa. Asoló Alemania. Finaliza con Paz de Westfalia, que relega a los Habsburgo) que se iniciará durante el reinado de Felipe III, desarrollándose y finalizando con Felipe IV.
Con Felipe IV (1621-1665) y su valido, el Conde-Duque de Olivares, España volvió a implicarse en los grandes conflictos europeos. La monarquía española participó en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), apoyando a los Habsburgo de Viena (Emperador del Imperio Germánico) y a los príncipes católicos alemanes. El fin de la Tregua de los Doce Años (1609-1621) añadió un nuevo frente al conflicto.
El conflicto se inició con victorias de los Habsburgo, como la toma de Breda a los holandeses y las victorias de Nordlingen y la Montaña Blanca en el conflicto germánico. Pronto cambió el signo del conflicto y las derrotas se repitieron, como en Rocroi ante Francia, mientras que franceses e ingleses atacaban las posesiones americanas. La impotencia de los Habsburgo llevó finalmente al Tratado de Westfalia (1648) por el que se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años y en el que España reconoció la independencia de Holanda.La Paz de Westfalia no marcó el fin de las hostilidades. La guerra continuó hasta 1659 contra Francia. Finalmente en la Paz de los Pirineos (1659), Felipe IV aceptó importantes cesiones territoriales, Rosellón y Cerdaña, Artois... en beneficio de la Francia de Luis XIII.
Tras la crisis de 1640 y la caída de Olivares, llega al poder, como privado, Luís de Haro; su misión era la de poner fin a los alzamientos internos y alcanzar la paz. Cuestión nada fácil.
-Hasta 1648 España luchaba en el norte de Holanda.
-Hasta 1659 contra Francia.
Para entonces Cataluña podrá ser dominada pero Portugal será irrecuperable.
Con la derrota de la batalla de las Dunas, la monarquía católica dejó de contar coma potencia marítima.
Pero aún más se agravó el futuro de España, con la muerte del príncipe Baltasar Carlos, dejando vacante la sucesión masculina. Felipe IV casa de nuevo, ahora con Mariana de Austria y tiene otro hijo varón: Carlos II.
Por fin Felipe IV se decidió por la paz con Holanda, firmando en Münster como una parte de la paz de Westfalia Esta paz no fue completa, ya que España siguió la guerra durante una década más.
En estos momentos Francia estaba en plena guerra civil: la Fronda, de este modo la pugna, entre ambas potencias quedaba nivelada.
Felipe IV sólo se preocupaba de rehacer la unidad hispana, recuperando Portugal, con esas miras y para poder concentrar sus esfuerzos en la frontera portuguesa, se decidió a la paz con Francia, mediante el tratado de los Pirineos, en la que se perdía el Rosellón, Artois, y otras plazas de Flandes y Luxemburgo.
La débil monarquía de Carlos II (1665-1700) fue incapaz de frenar al expansionismo francés de Luis XIV, España cedió diversos territorios europeos en las Paces de Nimega, Aquisgrán y Ryswick. Su muerte sin descendencia provocó la Guerra de Sucesión (1701-1713) al trono español en la que al conflicto interno se superpondrá un conflicto europeo general. La Paz de Utrecht en 1713 significó el fin del imperio español en Europa.

5. Evolución económica y social en el Siglo XVII.

El siglo XVII fue un siglo de crisis económica en Europa en general, en el Mediterráneo en particular, y, muy especialmente, en la Península Ibérica. En la Corona española la crisis fue más temprana y más profunda que en el resto de EuropaYa en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos. Cruentas epidemias, entre las que destacan las de peste, se repitieron periódicamente, coincidiendo con épocas de carestía y hambre. Un ejemplo: Sevilla perdió 60.000 habitantes en la peste de 1647. Otros factores coadyuvaron a la crisis demográfica: la expulsión de los moriscos en 1609 supuso la pérdida del tres por ciento de la población del reino, siendo especialmente grave en Valencia y Aragón; las frecuentes guerras exteriores y el incremento de los miembros del clero que redundó en descenso de la tasa de natalidad. La crisis golpeó con más fuerza a Castilla que a los reinos periféricos.En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A la decadencia de la agricultura, agravada por la expulsión de los moriscos, se le unió la de la ganadería lanar, que encontró graves dificultades para la exportación, y la de la industria, incapaz de competir con las producciones extranjeras.
El comercio también entró en una fase recesiva. La competencia francesa en el Mediterráneo y la competencia inglesa y holandesa en el Atlántico, agravaron una coyuntura marcada por el creciente autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de las minas americanas. Consecuencia de la crisis comercial fue la disminución de la circulación monetaria.
La situación fue empeorada por la incorrecta política económica de los gobiernos de la Corona, que agravaron más que solucionaron los problemas: envilecimiento de la moneda (menos plata en su contenido), devaluación monetaria, aumento impositivo…En este marco de crisis económica, la sociedad estamental española vivió un proceso de polarización marcada por el empobrecimiento de un campesinado que constituía la mayor parte de la población, la debilidad de la burguesía y las clases medias, y el crecimiento numérico de los grupos sociales improductivos como la nobleza y el clero en un extremo y los marginados: pícaros, vagos y mendigos en otro.
La mentalidad social imperante, marcada por el desprecio al trabajo agravó la crisis social y económica. El hidalgo ocioso y el pícaro se convirtieron en arquetipos sociales de las España del Barroco.

6. Mentalidad y cultura en el Siglo XVII.

La sociedad española siguió marcada por los valores aristocráticos y religiosos de la mentalidad colectiva en la centuria anterior.Así, valores típicamente nobiliares como el “honor” y la “dignidad” fueron reivindicados por todos los grupos sociales. Un ejemplo de esta mentalidad fueron los duelos, costumbre generalizada que a veces tenía lugar por las ofensas más nimias. Cualquier atentado al honor de un noble llevaba inmediatamente a dirimir la cuestión mediante la espada. Hubo que esperar al siglo XVIII para que se prohibieran legalmente los duelos.Unido a lo anterior se extendió el rechazo a los trabajos manuales, considerados “viles”, es decir, que manchaban el “honor” y la “dignidad” de aquel quien los ejercía. Esta mentalidad se apoyaba en los múltiples privilegios que detentaba la nobleza (exención de pagar impuestos directos, no poder ser encarcelados por deudas, no ser torturados, ser enviados a prisiones especiales… Los privilegios llegaban hasta el cadalso: los nobles no podían ser ahorcados y tenían el “privilegio” de morir decapitados. Esta mentalidad llevó a que, exceptuando ciudades mercantiles como Cádiz o Barcelona, no se pueda hablar de la existencia de una burguesía (mercaderes, fabricantes) con mentalidad empresarial que promoviese el desarrollo económico, tal como estaba ocurriendo en Inglaterra, Holanda…Las gentes con medios económicos, en vez de hacer inversiones productivas en la agricultura, el comercio o la artesanía, tendieron a buscar el medio de ennoblecerse, adquirir tierras y vivir a la manera noble.
Toda esta mentalidad debe enmarcarse en un contexto de pesimismo y de conciencia de la decadencia del país.En lo referente a la cultura, España vivió una época de auge sin precedente. Iniciado el siglo con la figura de Cervantes (1547-1616) y su "Quijote" (1605 y 1614), las letras hispanas brillaron con figuras como Quevedo, Lope de Vega o Góngora.La pintura española del Barroco es una de los momentos claves de la historia de la pintura mundial. Los nombres de Zurbarán, Velázquez, Alonso Cano, Ribera o Murillo muestran el momento de apogeo del arte barroco español.

7. El arte en el Siglo de Oro.

En las artes plásticas destaca la pintura; a la primera fase corresponden los dos Berruguetes, el pintor Pedro y el escultor Alonso, Pedro Machuca, Luis de Morales «el Divino», los leonardescos Juan de Juanes y Fernando Yáñez de la Almedina; a la segunda Vicente Macip, Juan Fernández de Navarrete, «el Mudo», Alonso Sánchez Coello, los dos Herreras (el Viejo y el Mozo), así como El Greco, principal exponente del Manierismo pictórico en Castilla.
Al barroco pertenecen Diego Velázquez, pintor de complejas composiciones intelectualizadas que ahonda en el misterio de la cruda e intensa luz y la perspectiva aérea; los tenebristas caravaggiescos Francisco de Zurbarán, gran pintor de frailes y bodegones, Francisco Ribalta y José de Ribera, formado en Italia, donde era llamado «el Españoleto», y a quien se le daban especialmente bien las tonalidades de la piel; en Sevilla se oscila entre la dulzura de Bartolomé Esteban Murillo y el tenebrismo tétrico de Juan de Valdés Leal, y en Córdoba Antonio del Castillo.
Hay que citar también a Juan Bautista Maíno, pintor de alegorías políticas, Claudio Coello, Juan Carreño de Miranda, Vicente Carducho, el retratista Juan Pantoja de la Cruz; Luis Tristán, uno de los escasos discípulos de El Greco, que añade al estilo del maestro elementos naturalistas; Juan Bautista Martínez del Mazo, Pedro Orrente, Bartolomé González, Juan Sánchez Cotán, famoso por sus bodegones, Eugenio Cajés, Antonio Pereda, autor de El sueño del caballero; Mateo Cerezo, el paisajista Francisco Collantes, Juan Antonio Frías y Escalante, José Antolínez y otros muchos.
En lo tocante a a escultura hay que nombrar por supuesto el correlato de la ascética y la mística del siglo XVI: Gregorio Fernández, Juan de Juni, Alonso Cano, también pintor.
El realismo refleja la vida cotidiana de la España del SVII, se quiso relacionar con la literatura, sobretodo con la picaresca.
Se fijaron en retratos como los de Velázquez, en los bodegones, en los cuadros de monjes, en la temática profana de Murillo... este realismo es común a todas las escuelas europeas, siendo mucho más extremado a veces. Se quiso contraponer a la pintura italiana de estética ideal frente al crudo realismo español.
Pero no todo es realismo. Muchos pintores quisieron idealizar sus obras: Murillo, Zurbarán. Ese realismo no era tanto una característica de los pintores españoles como de la influencia que tuvo la contrarreforma en el arte. Se pretende simplificar los temas religiosos para que lleguen a todo el mundo. El realismo se refleja en
todos los temas, no solo en los religiosos, en la vida cotidiana, en la mitología,...
Hay una predilección por la austeridad, por los colores sobrios, apagados. Escenas sombrías y tenebrismo (corriente que se extiende por toda Europa destacando autores holandeses y franceses).
El dramatismo se explica por el gusto teatral, por la gesticulación. En esa época fue muy importante el teatro.
Otros artistas como Velázquez, prefieren la elegancia, la tranquilidad.
Temática religiosa: el espíritu religioso de los cuadros fue exagerado, así como la mística y la ascética. Otros temas son el retrato y el bodegón, que hasta hace poco no eran conocidos.
Originalidad. Para ellos era fruto de la individualidad de los pintores, pero la pintura española muestra rasgos comunes a la pintura barroca del XVII. Los pintores españoles están al corriente de las escuelas italiana y flamenca, por el mercado de obras que produce.
La pintura italiana influye en la española a través de la escuela veneciana del XVI que se puso de moda en el XVII. Los reyes españoles fueron grandes coleccionistas. Los pintores que trabajaron en la corte estudiaron estos cuadros, de ahí su influencia. También viene dada pro los pintores tardomanieristas que trabajan en la
decoración del Escorial. Algunos se quedan a vivir en España y crean escuela, contribuyendo a difundir la pintura italiana. Sus pinturas son finas, pero introducen el interés por el realismo. Hacia 1612 se descubre la pintura de Caravaggio también influyen los cuadros de la escuela clasicista de los Carracci. En España destaca
Guido Reni (el boloñés). La escuela de Nápoles también será importante, Riera trabajara en esta ciudad para el rey y para importantes aristócratas. En las ultimas décadas del XVII llega la influencia del barroco pleno con Lucca Giordano.
La pintura flamenca ejerció también su influencia. Es realista, minuciosa, con temas de la vida cotidiana, con personajes populares y naturaleza muerta... Rubens fue el mas destacado, dejo una huella extraordinaria en España.